Últimamente me he topado con una idea que está dando vueltas en la mente de muchos. Es un razonamiento que da lugar a un malentendido de la omnisciencia de Dios. Si no estás familiarizado con este término, se refiere al hecho de que Dios conoce todas las cosas, desde el principio hasta el final Él lo sabe todo, pasado, presente y futuro; no hay nada secreto ante Él y nunca nada lo ha tomado por sorpresa. Las cosas que se ven y las que no se ven, incluso las que los hombres no descubren, son todas conocidas por Él. (1 Juan 3:20, Isaías 41:4, Salmo 139:4).
Las personas que tienen una idea equivocada sobre este atributo de Dios (cristianos y no cristianos por igual) están haciendo afirmaciones que contradicen el carácter de Dios. Por ejemplo, y para responder a dos de las ideas más populares que se difunden en las redes sociales, muchos afirman que porque Dios lo sabe todo, Él debe haber hecho que algunos fueran ateos, otros atraídos por personas del mismo sexo, y así sucesivamente. Pero el hecho de que Dios conozca todas las cosas no significa que Dios sea el originador de todas las cosas. ¿Es Dios el autor del pecado (chismes, asesinatos, violaciones, odio, robo, confusión, etc.)? La respuesta es no.
Las escrituras nos dicen que el pecado entró en el mundo perfecto que Dios creó cuando Adán rechazó la sabiduría de Dios y aceptó las mentiras de la serpiente; fue entonces cuando la naturaleza de los hombres se corrompió, por eso todos nacen con tendencias y deseos contrarios a la sabiduría de Dios (Rom. 5:12). Estas enseñanzas de la nueva era que aceptan que la forma en que nacemos es la voluntad perfecta de Dios para nuestras vidas, y también creer que Dios ama todo lo que nos rodea, no son las enseñanzas del Señor Jesucristo. Permítanme recordarles Sus palabras en Juan 3:3 “De cierto, de cierto os digo, que el que no naciere de nuevo (o de lo alto), no puede ver el reino de Dios”.
Esto es de gran trascendencia, porque no importa las tendencias que tengamos, no importa cuánto tiempo hayan gobernado nuestras vidas, no importa cuán depravadas sean, la respuesta es la misma: nacer de nuevo por la fe en Cristo, Quien vino para salvarnos de la naturaleza caída, y para librarnos del poder del pecado (Col.1:13-14).
Es absolutamente verdadero que Dios nos ama sin importar nuestra condición, pero también es verdad absoluta que Él quiere que le permitamos cambiarnos. Él quiere hacernos nuevos (2 Cor. 5:17), y que dejemos atrás todo lo que vino con la vieja naturaleza (Ef. 4:22-24). Esta es la razón por la cual el Señor nos pide que presentemos nuestros cuerpos en sacrificio vivo y que seamos transformados, no permitiendo que el mundo nos ajuste a su molde (Rom. 12:1-2).
Pero esto no se puede lograr siguiendo la religión o abrazando los estándares "morales" del mundo. El primer paso para ser transformados es reconocer a Dios, que Él siempre tiene razón, que nosotros estamos equivocados, volvernos a Él y dejar que Él nos transforme a la imagen de Su Hijo.